A veces las apariencias engañan. El cartel español de esta película, su espantoso título, la elección de la estomagante actriz protagonista (marcada por sus interpretaciones de mujer sofisticada y desinhibida, adicta al lujo y al sexo) podrían dar a entender que estamos ante otra comedia gruesa con mujer madura que pisa fuerte con tacones altos y una historia baja, es decir, fútil y superficial.
El director Douglas McGrath, 53 años, tiene en su haber la excelente Historia de un crimen, sobre la gestación de la novela A sangre fría de Truman Capote. Antes dirigió dos adaptaciones de novelas clásicas, Emma y La leyenda de Nicholas Nickleby. Como guionista escribió con Allen la divertida Balas sobre Broadway. Ahora se ha puesto a los mandos de un guión de la autora de El diablo viste de Prada, Aline Brosh McKenna, que a su vez adapta una novela de éxito de Allison Pearson.
Kate, cumplidos los 40 años, se dedica a las finanzas. Casada con un arquitecto y con dos hijos pequeños, lucha por hacer que todo marche para adelante, con muchas prisas y carreras. Un planteamiento así es el pan diario de la mesa (de la cena, claro) de muchísimas familias actuales. Cuando se presenta en la historia profesional de Kate un maduro empresario (Pierce Brosnan), esperas lo de siempre. Y no. Quizás por eso la película no ha triunfado en Estados Unidos y seguramente muchos la tildarán de aburrida y moralista y pacata. A otros nos parece distinta, divertida, sugerente y con algunos aciertos llamativos en el retrato de la vida conyugal y profesional de mujeres que se casan tarde y tienen hijos en la mitad de la treintena. Me interesa mucho más que Family Man.
Apelar a estereotipos parece una vía fácil para despreciar esta película producida por los hermanos Weinstein, con diseño de producción del gran Santo Loquasto, que sin ser notable, está bien contada e interpretada. Entretiene y hace pensar, con eficacia y bastante oficio.