Kristen Wiig –coguionista de esta historia– interpreta a Annie, una mujer encantadora, pero inestable y de muy mal humor. Casi todo le ha salido mal en la vida: su pequeño negocio ha quebrado, su novio la ha plantado y ahora malvive en una habitación alquilada a una extraña pareja británica; tiene un modesto empleo que no le gusta, y mantiene relaciones sexuales con un individuo más bien odioso. La película comienza cuando Lillian, su mejor amiga, anuncia su próxima boda. Naturalmente, Annie espera ser la dama de honor y organizar la boda, pero la aparición de Helen (Rose Byrne), una nueva amiga de Lillian, perfecta en todo, amenaza con frustrar sus expectativas.

La boda de mi mejor amiga, producida por Judd Apatow, podría ser la perfecta réplica femenina a Resacón en las Vegas, y no cabe duda de que tiene mucho de eso: un grupo de mujeres organizando una despedida de soltera, haciendo todo tipo de comentarios groseros, y provocando situaciones embarazosas.

Pero junto a todo eso, hay una historia interesante: el mundo de Annie y su inseguridad afectiva, su incapacidad para ser generosa en la amistad, vencer la mezquindad de carácter y descubrir las oportunidades que se le presentan.

A pesar de que las semejanzas con Sexo en Nueva York son evidentes (cuatro amigas que en realidad son “arquetipos” de posibles mujeres) y restan originalidad a la cinta, la historia tiene corazón y los personajes son atractivos. Algunos gags son muy buenos y Kristen Wiig hace un alarde que recuerda los mejores momentos de Lucille Ball.

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