En un futuro no muy lejano, una técnica permite introducirse en los sueños ajenos. Y en su subconsciente la persona “asaltada” puede desvelar a sus “asaltantes” secretos ocultos, de valor lucrativo o que permiten su manipulación. Cobb lidera un grupo de “ladrones de sueños”, que desea dejar tal actividad. Pero acusado del asesinato de su mujer, y alejado de sus dos hijitos en Estados Unidos, recibe de Saito, un hombre poderoso, una oferta que no puede rechazar: deberá sumergirse en la cabeza de Robert Fischer, heredero de un imperio económico, e implantar en su mente, como si fuera una idea propia, la liquidación del conglomerado que creó su padre; a cambio podrá reunirse con los suyos e iniciar una vida nueva.
Christopher Nolan, guionista y director, prueba de nuevo que es uno de los cineastas más creativos de la actualidad. Logra entregar una historia imaginativa, de extraordinarias cualidades hipnóticas, sólida en su compleja arquitectura narrativa, y -para qué negarlo- difícil de seguir. El mérito es lograr que el espectador no se pierda demasiado, entienda el meollo de la cuestión -la tentación de evitar la realidad entreteniéndose en otros mundos más atractivos pero no verdaderos, al estilo Matrix– y vibre con la inmersión en el mundo de los sueños en tres niveles, donde el riesgo de no despertar, y las soluciones improvisadas a los obstáculos que surgen, proporcionan muchas emociones.
Las imágenes son de gran belleza, los mundos que se pueden crear dentro de un sueño deslumbran, verdaderamente se puede innovar y crear con los efectos especiales: véanse los momentos de no-gravedad, pura magia. Pero además, Nolan acierta en la definición de personajes y conflictos, y en el atinadísimo reparto. Leonardo DiCaprio (Cobb) brilla en otra historia “mental” tras Shutter Island, con su trastornada esposa, Marion Cotillard, a la que no puede olvidar. Su drama familiar se despliega con gran habilidad gracias al personaje de Ellen Page, una universitaria brillante que sabe adivinar lo que oculta a sus “compañeros de sueños”. Destaca también su colega de equipo, interpretado por Joseph Gordon-Levitt. Hay espacio para la sorpresa, y el modo en que discurre el plan de “sembrar” en la cabeza de Fischer -bien, Cillian Murphy- conduce a un clímax espléndido, de inesperada poesía.