Laurent Tirard, 42 años, que fue periodista y autor de libros de entrevistas a grandes directores, ha rodado su tercer largo, después de la interesante Las aventuras amorosas del joven Molière. La empresa era imponente: nada menos que llevar al cine la estupenda colección de libros infantiles ilustrados, que firmaron entre 1956 y 1964 el escritor René Goscinny y el dibujante Jean-Jacques Sempé.
Gracias al chispeante guión, a una puesta en escena sobresaliente y a unas interpretaciones muy frescas, los 91 minutos de la película se siguen con una sonrisa que, en bastante momentos, se convierte en carcajada. Los compañeros de clase de Nicolás (Clotario, Alcestes, Eudes) y las situaciones son a cual más graciosas (el casting es acertadísimo, solvente la dirección de actores y delicioso el vestuario).
Como es lógico, la narración en primera persona del libro no se mantiene, salvo de manera episódica, pero hay que reconocer que el equipo ha logrado capturar el alma del original, su ingenuidad, sentido del humor, pillería y ternura. Desde el punto de vista narrativo, Tirard sabe construir una historia equilibrada que evoluciona muy bien, sorteando los problemas que suelen aparecer cuando se llevan al cine sagas de cuentos o tebeos. El éxito de taquilla en Francia (36 millones de euros) ha llevado a Tirard a probar suerte con Astérix y los Bretones, que está rodando.
Una excelente manera de hacer cine para niños de hoy… y para sus padres y abuelos. Estos recordarán unos tiempos que -con sus sombras, como todos- tuvieron su valor. Antes casi nadie se atrevía con el intocable mito del 68 y, de alguna manera, Tirard rinde un homenaje a la Francia de la década 55-65.