Un zorro periodista felizmente casado y con un hijo echa de menos su “vida salvaje”. Con unos colegas asalta las granjas vecinas, con gran enfado de los granjeros, que se conjuran para cazarle. Wes Anderson, un director extravagante donde los haya (Los Tenenbaums, The Life Aquatic o Viaje a Darjeeling) ha escrito con su habitual colaborador Noah Baumbach una inteligente adaptación del cuento de Roald Dahl.
La animación tradicional (la técnica usada ha sido el stop-motion) es muy atractiva y le sienta muy bien a la película, que tiene un toque gamberro muy conseguido. Hay un fabuloso trabajo de grandes actores, que ponen voz a los personajes. La historia es graciosa, blanca y juguetona para los niños y con sarcasmo controlado y humor muy fino para los mayores. Es decir, muy Roald Dahl, a mi modo de ver mucho mejor leído por Anderson que por Tim Burton (Charlie y la fábrica de chocolate).
El equipo técnico, responsable de películas de brillante acabado como La novia cadáver, Wallace and Gromit y Chicken Run, se luce en la paleta de colores empleada, en los imaginativos decorados y en un vestuario muy divertido. Los muñecos tienen una expresividad muy lograda.