Segundo largometraje de Sebastián Silva (Santiago de Chile, 1979), la primera cinta chilena que participa en el festival de Sundance. Cuenta la historia de Raquel, una mujer que lleva veinte años trabajando de interna para una familia católica de clase alta, los Valdés. Cuando entra a trabajar otra chica con el fin echarle una mano, ya que Raquel tiene algunos problemas de salud, ésta desarrolla unos celos y miedos patológicos que la vuelven odiosa. Así, van desfilando diversas empleadas domésticas. Hasta que llega Lucy, una mujer que sabrá sacar lo mejor de Raquel y la hará cambiar.
La película es esencialmente sencilla, de una exposición clara y sin ambigüedades. Quizá demasiado sencilla para un largometraje. La fotografía en video y el cromatismo son bastante deficientes. Sin embargo, los trabajos de las actrices y la autenticidad de la historia ennoblecen el resultado y justifican su buena acogida de crítica y público, quizás por su manera de esquivar los tópicos, las caricaturas y la demagogia simplificadora.
La película muestra una dinámica humana que, curiosamente, coincide con la pedagogía de Dios: una mujer cargada de miedo y consecuente maldad, cambia radicalmente cuando encuentra quien la abrace y la valore por encima de sus miserias. Sobran varios desnudos (curiosamente, de todas las empleadas) que no aportan absolutamente nada, salvo humillar a las actrices, y alguna revuelta del guión, al que cuesta concluir. La película -con numerosos reconocimientos, entre los que destacan el gran premio del jurado en Sundance y la candidatura al Globo de Oro a la película en lengua no inglesa- es una hermosa parábola de la condición humana.