Inteligente lectura de la célebre novela La elegancia del erizo de la profesora de filosofía Muriel Barbery por parte de la joven Mona Achache. El libro original me gustó mucho, por la calidad literaria y el interés de lo que cuenta, y además, porque los personajes están muy bien construidos, la estructura del relato es ingeniosa y ágil, hay fuerza en un texto donde hay lirismo, mala uva, inteligencia y un sentido del humor muy logrado; todo, claro está, pensando en un lector adulto con espíritu crítico. El trabajo de Achache, directora y guionista, en su primer largometraje a partir de ese material me parece asombroso.
La historia se desarrolla en un lujoso edificio de un opulento barrio parisino. La portera del inmueble, Renée, simula ser iletrada y teleadicta, mientras devora un libro tras otro, que le dan la vida pero no le evitan una inmensa soledad. Paloma, hija de un ex ministro, es una niña prodigio de doce años que se reta a sí misma a encontrar un pensamiento profundo que pese lo suficiente para quitarle de la cabeza la idea del suicidio, para abandonar de manera teatrera el mundo plastificado y banal en el que cree vivir.
No es fácil llevar al cine una novela que en el fondo no es otra cosa que la mostración de los mundos interiores de dos personajes frustrados que son todo lo contrario de lo que aparentan y que no paran de darle al magín, con comentarios sobre el mundo que les rodea, intentado buscar sentido a sus vidas y salir de un lacerante escepticismo.
Achache ha dulcificado la novela, eliminando algunos aspectos estridentes del pensamiento de la portera, para lograr una historia divertida, distinguida y muy amena, donde lo que los personajes hacen tiene más peso que lo que los personajes piensan. El reparto, muy bien elegido, está dirigido con sutileza y da gusto ver el buen ritmo de la historia, lo bien que se ensambla todo usando con inteligencia la música de Gabriel Yared como elemento de cohesión. En resumen, una película excelente.