Una banda de criminales asalta un tren y asesina a los maquinistas llevándose una gran suma de dinero. El jefe de la banda es un tipo astuto que planea librarse entregándose a la policía.
Una de las grandes películas de Walsh (1887-1980) un dotadísimo y prolífico director con una trayectoria sembrada de grandes títulos centrados en el cine de aventuras (El ladrón de Bagdad, El mundo en sus manos, El hidalgo de los mares), el western (Murieron con las botas puestas, Tambores lejanos, Una trompeta lejana) y el cine negro (Los violentos años 20). Walsh fue ayudante de Griffith (interpretó al asesino de Lincoln en El nacimiento de una nación) y vaya si se le nota: tiene momentos, en que la calidad de lo que hace te ciega: valga como ejemplo la declaración de amor de Errol Flynn a Olivia de Havilland en Murieron con las botas puestas.
Al rojo vivo es una película de enorme energía, tensada hasta la incomodidad para mostrar a un delincuente paranoico interpretado magistralmente por Cagney. Su influencia ha sido enorme, de forma que los que vinieron después deben mucho a Walsh, un director al que su dispersión temática, su furor aventurero y, en ocasiones, su frivolidad caprichosa le restaron prestigio. Con todo, es increíble que no ganara el Oscar. Lo merecía de largo.