La hija de un millonario quiere casarse con un guaperas aprovechado. Su padre se enfada y la chica huye con lo puesto. En un viaje en autobús se encuentra con un resabiado periodista en paro. Colbert y Gable están tan a gusto en sus papeles que parecen haber crecido en ellos. Se trata de una screwball comedy canónica, en la que Riskin y Capra controlan a la perfección la guerra de sexos, el retrato de la mujer decidida e independiente, los viajes de héroe con freno y marcha atrás, el humor situacional de alto voltaje, los diálogos afilados y mordaces, la ternura que se abre paso entre la maleza de la modernidad deshumanizada…
A todo ello, añade Capra -hijo de campesinos que se paga sus estudios universitarios- su amor por la gente sencilla, por el pueblo que le adoraba y llenaba los cines para reír y llorar con sus películas; y un optimismo antropológico contagioso al que no le falta una sátira amable de las estupideces de la gente opulenta, que ha comido caliente toda su vida. Es muy interesante ver el efecto que la guerra tuvo en Capra, plasmado en esa asombrosa y excepcionalmente bien dirigida película, Que bello es vivir.