Dave es un diminuto extraterrestre, venido de un planeta en vías de extinción, al mando de un pelotón de pequeños alienígenas, en una nave que tiene la forma de Eddie Murphy, en tamaño natural. Su misión es apropiarse de la sal del mar, lo que provocará la desaparición de toda la vida en la Tierra.
La historia, poco original, es un mero pretexto para que Murphy se luzca haciendo lo que sabe hacer mejor: muecas y movimientos extraños, y haga reír intentando copiar y entender el comportamiento de los terrícolas, y sin saber reaccionar adecuadamente entre ellos. Al mismo tiempo, y siguiendo su costumbre, Murphy interpreta más de un papel en esta historia: el de nave Eddie Murphy entre los neoyorquinos, y el de capitán de la nave entre los suyos.
Esta película es un vehículo para el histrión Murphy, pero no para el gran actor de Dreamgirls. El director no se complica la vida: busca sacar el máximo partido de su estrella y no explota otras posibilidades del guión, que las hay. El resultado final es una más de Eddie Murphy, ni la mejor ni la peor, simpática y familiar, realizada pensando en un público joven.