La bellísima presentadora del tiempo de una cadena de televisión regional es cortejada por toda la ciudad; ella está enamorada de un famoso escritor, casado y libertino, mucho mayor que ella; pero a su vez es cortejada por un joven, ocioso y desequilibrado multimillonario.
Claude Chabrol, veterano del cine francés, ha dedicado décadas y decenas de películas a la observación y disección de la burguesía francesa, con un estilo personal, de modo que da la impresión de realizar siempre la misma película. Adineradas familias con algún secreto inconfesable, políticos locales, relaciones de dinero y poder… y todo ello con pulso firme, ritmo ágil, sacando siempre lo mejor de los mejores del cine francés. En el caso presente la originalidad radica en el planteamiento: la joven está dividida entre dos amores, entre dos mundos diferentes, siendo ella misma ajena a los dos. La rica y conservadora nobleza, o la opulenta burguesía que se ha hecho a sí misma, mientras que la presentadora, teóricamente diferente, joven pura e idealista, sólo consigue ensuciarse al contacto con unos u otros.
Se puede apreciar en el último Chabrol mayor acidez que en sus filmes anteriores, como si tras años de análisis sacara una conclusión negativa sobre la sociedad moderna, y no sólo de Francia, sino de toda la Europa actual. El sentido alegórico es evidente gracias al colofón circense, calco de Lola Montes.
La película, aunque trata de vicios ocultos, locos amores, e hipocresía, es en general formalmente limpia y elegante; el guión es inteligente; los actores realizan un trabajo excelente. No es el mejor Chabrol, pero es una buena cinta, que se aprecia más en un panorama cinematográfico bastante anodino. Encantará a los incondicionales de este autor.