Este thriller hispano-mexicano cuenta las peripecias de cuatro ladrones profesionales que atracan un banco de México de forma sofisticada. Consiguen robar once millones de dólares y se van a Buenos Aires, donde han llegado a un acuerdo con un mafioso para cambiarlos por pesos.
Una música atronadora y un montaje videoclipero amplifican las carencias de un guión simple, confuso y previsible escrito por el actor protagonista para su lucimiento. Aunque la producción es notable y la puesta en escena muy vigorosa, tras un arranque prometedor, la cinta decae hacia lo inverosímil y lo tópico, con planos y situaciones copiadas de mil películas americanas. La película pone mucho énfasis en mostrar los efectos especiales, presentándolos a cámara lenta, y acompaña las secuencias de intriga de unos compases musicales que aplastan por completo el valor de las imágenes.
Desde el punto de vista interpretativo, los actores están sometidos a diálogos peliculeros, llenos de clichés e incomprensibles cuando se declaman en mexicano. Los españoles Jordi Mollà y Celso Bugallo bordean la parodia. El protagonista, Tony Dalton, y Silverio Palacios son los que dan un punto de credibilidad al film. En fin, una ocasión desperdiciada, con elementos interesantes en la medida en que demuestran que la industria del cine en español está capacitada para rodar buenas secuencias de acción.
