A un joven ejecutivo le preparan una fiesta de despedida en su piso de Manhattan antes de que se mude a Japón, donde trabajará como vicepresidente de una empresa. De pronto, un temblor, se apagan las luces. Los de la fiesta suben a la terraza y desde allí ven y oyen cosas espantosas… Se inicia la huida…
Bad Robot, la productora de J.J. Abrams, uno de los hombres más avispados de la industria audiovisual norteamericana, está detrás de esta película de 25 millones de dólares de presupuesto que en lo que llevamos de 2008 lidera el ranking de la taquilla norteamericana con 64 millones. A ello han contribuido el estreno en unas fechas favorables (el puente con motivo de la fiesta de Martin Luther King) y una muy hábil campaña de promoción que se inició con un trailer filmado y emitido meses antes que la película, con la cabeza de la Estatua de la Libertad rodando por la Quinta Avenida.
Según parece, a Abrams (creador de series populares ) se le ocurrió la idea en una visita a Japón para promocionar una de sus series. Entró con uno de sus hijos a una tienda y comprobó el éxito de los productos relacionados con el monstruo Godzilla, creado en 1956. Así se puso en marcha la película, escrita y dirigida por dos colaboradores habituales de Abrams, con el que han creado series como Felicity, Angel, Alias y Perdidos. Es evidente la inspiración en películas precedentes, desde 1997: Rescate en Nueva York a la reciente The Host.
Desde el punto de vista argumental, Monstruoso no descubre nada, pero hay que reconocer que tiene varios aspectos interesantes. La historia de un monstruo sanguinario que devasta una ciudad está muy vista: consciente de esa realidad, el equipo de Abrams ha buscado la forma de ser original.
La opción más llamativa es lo que podríamos llamar “estética YouTube”. La película simula una grabación de un videoaficionado (un perturbado amigo del protagonista aquejado de “reporteritis maniaco-compulsiva” que filma la fiesta del apartamento y decide entregar a la humanidad un testimonio gráfico de la huida de su grupo de amigos), con todo lo que implica ese tipo de registro: una cámara que no para de moverse muy pegada a los personajes. Son también interesantes e ingeniosas la manera de montar y la forma de iluminar. Se trata, en suma, de contar un hecho extraordinario y aparatoso con una perspectiva cotidiana y doméstica. Y la verdad es que el resultado tiene su gracia, aunque pase factura la radicalidad de usar ese solo y rudimentario punto de vista.
Los aficionados al terror, los sustos, los bichejos y los alaridos pasados por YouTube disfrutarán razonablemente. Los propensos al mareo se marearán.