A través de películas como Sevillanas, Flamenco, Tango, Salomé o Iberia, Carlos Saura ha creado en los últimos quince años un nuevo género cinematográfico, que él denomina “exposición fílmica”. En él se acerca a los diversos estilos musicales hilvanando el trabajo de sus mejores intérpretes en un escenario único, sólo enriquecido con alguna que otra proyección, los efectos de iluminación, los movimientos de cámara y la coreografía de los bailes. Ahora, el veterano cineasta aragonés despliega la misma fórmula poético-ensayística en Fados, donde intenta llegar al alma de la música portuguesa más emblemática.
Bajo la supervisión del fadista Carlos do Carmo, Saura articula canciones de grandes estrellas portuguesas -como Mariza o Camané- y brasileñas -como Caetano Veloso o Chico Buarque-, con temas de artistas jóvenes, como Lila Downs o Lura. Y todo eso lo mezcla con homenajes musicales y fílmicos a fadistas míticos, como Maria Severa, Amália Rodrigues o Alfredo Marceneiro. Siempre con Lisboa como nostálgico telón de fondo, pero con abundantes ejemplos de la fusión del fado con otros géneros musicales, como los diversos ritmos africanos o latinoamericanos, e incluso el flamenco, el jazz, el tango, el folk o el rap.
Al conjunto le falta ese punto de vibración, universalidad y trascendencia que sí tenían Flamenco e Iberia; quizá porque en el fado dominan la lamentación, la nostalgia y el fatalismo. De modo que, a ratos, esta exposición de Saura se torna algo repetitiva y superficial. Sin embargo, la banda sonora es tan evocadora y está presentada con tal belleza y calidez por la fotografía de José Luis López-Linares, que es un verdadero gozo la contemplación y audición del film. Además, incluye valiosas grabaciones cinematográficas y televisivas en torno al fado, así como evocadoras imágenes de Lisboa en la actualidad, realizadas por el prestigioso operador luso Eduardo Serra.