Esta película danesa fue candidata al Oscar en la pasada edición, en la que terminó imponiéndose La vida de los otros, una gran película alemana. Jacob, un danés de cuarenta años, lleva diez en la India. Trabaja en un orfanato que recoge niños de la calle. La institución está en una situación económica desesperada. De pronto, se recibe una oferta inopinada de Jorgen, también danés y de cuarenta y pocos años, un hombre de negocios que está dispuesto a hacer una donación muy generosa. Pero pone como condición que Jacob viaje a Dinamarca para entrevistarse con él. Al término de la primera entrevista, quedan emplazados para la reunión definitiva. Jorgen pregunta a Jacob si tiene planes para el fin de semana. Ante la respuesta negativa, le invita a asistir a la boda de su hija Anna.
«Después de la boda» es el décimo largometraje de Susanne Bier (Copenhague, 1960), que ha producido Zentropa, la compañía de Lars von Trier. Bier, que formó parte del movimiento Dogma, ganó bastante premios con su anterior película de 2004, un duro y desolador drama llamado Hermanos. Su siguiente película, Cosas que perdimos en el fuego, cuenta con Halle Berry y Benicio del Toro como protagonistas. La cinta ya está rodada y anda en posproducción, con estreno previsto para el próximo mes de octubre en Estados Unidos.
La introducción es especialmente necesaria para encuadrar Después de la boda, porque no es otra película más; es una película inmensa, magistralmente escrita, dirigida e interpretada. El autor del guión es Anders Thomas Jensen, bien conocido por películas como Hermanos, Wilburg se quiere suicidar, Open Hearts, The King is Alive y Mifune. Y es evidente que hay algo de cada una de esas películas en «Después de la boda», pero esta tiene una perfección y un equilibrio que no estaban presentes en las anteriores.
Bier cuenta su historia con un aplomo y una sobriedad conmovedoras. Llama la atención la forma en que esquiva el efectismo y la sensiblería. El relato es poderosísimo, con una concepción dramática diferente a la de títulos recientes como Crash y Babel. Aquí no se juega con el azar, todo se confía a unos personajes tan extraordinariamente bien construidos e interpretados que el espectador tiene la sensación de haberlos conocido en una boda del pasado fin de semana.