A veces, una ausencia en un palmarés es tan relevante o más que las presencias. Es el caso de la injusta exclusión de «Copying Beethoven» del palmarés oficial del Festival de San Sebastián 2006. En esta película, la veterana cineasta polaca Agnieszka Holland ha olvidado las espesuras y ambigüedades que mostró en filmes como «Europa, Europa» y «Olivier, Olivier», retomando la cálida humanidad de «El jardín secreto» para lograr la mejor película de su carrera.
Holland recrea la relación profesional, nada carnal, que mantienen en Viena el violento, rudo, genial y profundamente cristiano Ludwig van Beethoven -ya en la recta final de su vida- y la imaginaria aspirante a compositora Anna Holtz, una bella joven de 23 años, que le transcribe la versión final de su Novena Sinfonía y le ayuda a dirigirla en su estreno.
Resulta soberbio el trabajo de Holland, de factura muy clásica y, a la vez, muy moderna, sobre todo en cuanto a planificación y montaje, desplegados con una vistosa estructura musical. Soberbia, también, la fotografía de Ashley Rowe, sustancial en todo momento. Magníficas las interpretaciones del siempre brillante Ed Harris, y también de la joven actriz alemana Diane Krüger, la protagonista de «Troya», que aguanta el tipo incluso en la complejísima -y antológica- recreación del estreno de la Novena. Perfecta, claro, la música de Beethoven, que ilustra toda la película.
El medido guión de Stephen J. Rivele y Christopher Wilkinson es ágil, de gran hondura dramática, cercano, divertido y conmovedor en sus preciosas reflexiones sobre la creación artística. Una creación presentada como reflejo de la creación divina, y atisbada por el artista -por el músico en este caso- conforme a su condición de ser elegido que, a pesar de sus limitaciones -como la sordera-, es capaz de leer los labios a Dios y transmitir lo que escucha al resto de la humanidad.
Habrá que ver si los Oscar y el resto de premios importantes enmiendan la grave injusticia cometida en el Festival de San Sebastián contra esta gran película.