Director y guionista: M. Night Shyamalan. Intérpretes: Paul Giamatti, Bryce Dallas Howard, Bob Balaban, Jeffrey Wright, Sarita Choudhury. 110 min. Jóvenes. (V)
Cleveland Heep se encarga del mantenimiento de un edificio, aunque no es ésa su verdadera profesión. Tipo de cara triste, instalado en la rutina, huye de su pasado a través de un trabajo que le obliga a relacionarse con los vecinos del inmueble, aunque sin verdadero trato interpersonal. Su actual preocupación es el chapoteo que se escucha por la noche en la piscina, y que atribuye a alguien que se cuela para bañarse aprovechando la oscuridad. En realidad se trata de Story, una «narf» o ninfa acuática, joven de corazón puro y extraordinarias cualidades, que huye de unas terribles criaturas.
M. Night Shyamalan ha definido su película como un «cuento para antes de dormir», y eso es exactamente. Aunque fiel a su filmografía («El sexto sentido», «El protegido», «Señales», «El bosque»), esa trama le sirve para explorar los temas que le interesan, constantes que viene repitiendo en todo su cine: la fe, la incomunicación, la necesidad de ocuparse de los otros, el empleo de los propios talentos, el papel que a cada uno toca desempeñar en esta vida De este modo, con formato de «thriller», e incluso de cuento de terror, hace pensar, lo que no es poco.
Sin embargo, desde el punto de vista puramente argumental, «La joven del agua» está menos lograda que los otros filmes de Shyamalan. Asegura el cineasta que llevaba tiempo dando vueltas a la idea de crear su propia mitología, al estilo de J.R.R. Tolkien, J.K. Rowling o Roald Dahl. Si es así, aún le queda mucho camino por recorrer, pues la historia de ninfas y monstruos se revela esquemática en exceso, y embarullada a la hora de inventar palabras y hechos de esas criaturas. Y el modo de presentarla -la abuela de una joven oriental conoce, por suerte, todo o casi sobre las «narf»- no resulta especialmente ingenioso. Por suerte, Shyamalan es un director de gran personalidad, con un mundo propio. De modo que incluso con una trama más débil que lo habitual cuenta su historia con poderío. Ayuda en el aspecto visual la fotografía de Christopher Doyle, y el diseño artístico del inmueble, a cargo de Martin Childs; y el uso del sonido y la partitura de James Newton Howard contribuyen a la buscada atmósfera inquietante.
Siguiendo la estela de «El bosque», Shyamalan señala la importancia, no sólo de las acciones personales del individuo, sino las de la comunidad, que debe cooperar. Cobra así entidad el entero vecindario, las aportaciones de cada uno para ayudar a la ninfa. En el capítulo interpretativo destacan Paul Giamatti, que transmite fragilidad, las dudas sobre sí mismo; y Bryce Dallas Howard, que rebosa inocencia y dulzura.
El director se permite lanzar una envenenada puya hacia la crítica cinematográfica -y por extensión a todos los conformistas de mente estrecha que en el mundo hay-, y crea un personaje, encarnado por sí mismo, que viene a ser como su otro yo, una personal declaración, quizá algo ampulosa, acerca de su propia misión de «contador de historias».
José María Aresté