Thomas, de 28 años, sigue los pasos de su padre en el sector más sucio del negocio inmobiliario: desalojar por la fuerza a ocupas y otros inquilinos indeseables, cobrar a morosos, y burlar la ley en todo lo referente a edificabilidad. De su difunta madre pianista le queda el amor por el piano que él mismo interpretaba de joven. Un fortuito encuentro con el mentor de su madre le lleva a plantearse volver a tocar el piano. Dicho y hecho, pero a medida que se sumerge en la música se ve obligado a replantearse toda su existencia.
«De latir, mi corazón se ha parado» es uno de los raros «remakes» franceses de una película norteamericana. Muestra para qué valen los «remakes», porque no conozco a mucha gente que haya visto el original, una obra estridente donde un magnífico Harvey Keitel dio un recital interpretativo. Aquella película era más osada, más extrema, también más lógica. En ésta vemos a un joven que va con prisas a todas partes, que no sabe lo que quiere y que por fin lo encuentra. Modernizada e intelectualizada, a la francesa, queda bien. Pero sabe a poco y es demasiado larga. Ganadora de 8 premios César.