Director: Stéphane Brizé. Guión: Stéphane Brizé, Juliette Sales. Intérpretes: Patrick Chesnais, Anne Consigny, Georges Wilson, Lionel Abelanski, Cyril Couton. 93 min. Jóvenes. (SD)
Este segundo largometraje del francés Stéphane Brizé («Le bleu des villes») ganó el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) en el Festival de San Sebastián 2005. Se centra en Jean-Claude, un secretario de juzgado ya cincuentón, cuya vida deja mucho que desear. Por un lado, piensa que su padre, ahora un viejo gruñón, nunca le ha querido. Además, su propio matrimonio terminó en divorcio y su hijo treintañero le tiene miedo. Así que Jean-Claude se apunta a una escuela de tango para olvidar sus penas con el baile. Como era de esperar, allí encuentra a su media naranja, Françoise, veinte años más joven que él y a punto de casarse, pero también con el alma marchita.
Al hablar de esta película es inevitable referirse a «Shall We Dance?», del japonés Masayuki Suo, y a su remake hollywoodiense, «¿Bailamos?», de Peter Chelsom. Pues esta nueva película de Brizé parte de un argumento casi idéntico. Lo que aquí cambia es el tono, más introvertido y cómico que el de esos dos films. Como buen francés, Brizé prima la indagación psicológica sobre el estricto melodrama o el espectáculo de bailes, aunque también hay un poco de esos dos ingredientes, dosificados con equilibrio. Los pasajes estrictamente cómicos o dramáticos funcionan muy bien; pero las secuencias de transición, a menudo repetitivas o insustanciales, ralentizan en exceso el ritmo.
Además, su reflexión moral no es muy profunda y acaba resultando algo confusa respecto a la familia, quizá porque el guión caricaturiza en exceso a los personajes secundarios. En cualquier caso, la película resulta agradable de ver y ofrece unas matizadas interpretaciones de Patrick Chesnais y Anne Consigny.
Jerónimo José Martín