Manuel Martín Cuenca causó buena impresión con «La flaqueza del bolchevique», su primer largo de ficción estrenado en 2003, que adaptaba la novela de Lorenzo Silva. Nuevamente opta por un drama urbano, pero esta vez con guión original, que coescribe con Alejandro Hernández, un guionista con el que ya trabajó en el documental «El juego de Cuba» (2001). Las historias traumáticas de una trabajadora social de una ONG que atiende inmigrantes, un piloto cubano y un preso que acaba de abandonar la cárcel se mezclan en una película coral que da entrada a otros personajes secundarios con sus raciones de problemas.
Martín Cuenca rueda bien, los personajes tienen fuerza y hay una clara voluntad de explorar temas que no son habituales en el cine español, ni siquiera en películas de planteamiento similar y buen nivel como «En la ciudad», del catalán Cesc Gay. Pero, reconocidos sus buenos deseos, salta a la vista que falta equilibrio en las tramas y en la forma de hacer avanzar la historia coral. El malditismo se va apoderando del tono de la historia y los excesos melodramáticos terminan por restar interés a una cinta con bastantes elementos apreciables que ganaría con una buena poda de elementos pirotécnicos de culebrón.
Alberto Fijo