Director: Mike Newell. Guión: Steven Kloves Intérpretes: Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Robbie Coltrane, Michael Gambon, Alan Rickman, Ralph Fiennes, Timothy Spall. 157 min. Jóvenes. (V).
En cada novela de la saga, J.K. Rowling ha limado defectos, ha agilizado el ritmo, ha fortalecido la coherencia de su universo literario y ha endurecido el tono de los conflictos de sus personajes, que han ido adquiriendo así una mayor entidad dramática y ética. Con ese aval el irregular director inglés Mike Newell («Cuatro bodas y un funeral») ha sabido ponerse al servicio de los libros y ha tenido en cuenta los logros de las películas previas.
En esta cuarta aventura, Harry es invitado por la familia Weasley a ver con ellos la final del Campeonato Mundial de Quidditch, que termina con un ataque de los sicarios de Lord Voldemort, cuya oscura sombra planea también durante el nuevo curso en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. Harry, ya adolescente, se enamora y es elegido para participar en el ancestral Torneo de los Tres Magos.
Acierta plenamente Newell al potenciar el naturalismo realista que ya introdujo Cuarón en la tercera entrega. Esta opción -apreciable en la mayor presencia de los paisajes naturales, en la vestimenta y actitudes juveniles de los protagonistas- da mayor verosimilitud a la trama y a los conflictos dramáticos que plantea, centrados sobre todo en el sentido de responsabilidad, la integración social y racial, y las primeras experiencias sentimentales. Newell muestra sus dotes como director de actores en un argumento que fortalece las relaciones entre los personajes sin descuidar el tono fantástico y espectacular de la película. El film alcanza momentos memorables gracias a una planificación y un montaje excelentes, y a un generoso empleo de efectos visuales y sonoros de última generación, algunos -como la lucha contra el dragón- sencillamente apabullantes.
Por lo demás, el ritmo nunca decae -a pesar del larguísimo metraje-, ningún actor pierde pie -de hecho, los tres jóvenes protagonistas están mejor que nunca- y el acabado visual y sonoro del filme es tan esmerado como el de sus antecesores. La fotografía, la dirección artística tienen mucho nivel. También la música de Patrick Doyle, que ha sustituido a John Williams. En fin, una irresistible propuesta para todos los públicos, aunque esta vez algunas secuencias violentas pueden asustar a los más pequeños.
Jerónimo José Martín