Dos jóvenes voluntarios, Said y Khaled, preparan en tierra palestina un atentado suicida que debe cometerse en Israel. La novia de uno de ellos, hija de un héroe de la resistencia, intenta disuadirles.
Interesante introspección en el mundo personal de un palestino suicida. El puro terrorismo de raíz marxista, se mezcla con confusas promesas religiosas, que los protagonistas no acaban de creer profundamente, y con mitificaciones urbanas de ciertos líderes radicales. La cinta -de nacionalidad palestina, holandesa, francesa y alemana- propugna un cese de la violencia palestina como hipótesis para una nueva política israelí. La puesta en escena es elemental pero contundente, en una película muy de personajes que hablan poco pero expresan mucho. La mujer palestina aparece como la autentica víctima silenciosa de lo que ocurre y la que encarna una alternativa más humana. Fue la película que provocó reacciones más dispares en el pasado Festival de Berlín.
Juan Orellana