El director inglés de 35 años Christopher Nolan («Memento», «Insomnia») se encarga de esta «precuela» que cuenta cómo Bruce Wayne, heredero de uno de los prohombres de la ciudad de Gotham, se convirtió en el murciélago vengador y justiciero ya bien conocido por los lectores del cómic creado en 1939 por Bob Kane. Más adelante, el héroe saltó a la gran pantalla, gracias al desarrollo de los efectos especiales, en las cuatro películas precedentes (dos de Tim Burton y dos de Joel Schumacher).
La quinta entrega de la serie cuenta con un director solvente, acostumbrado a «thrillers» con mucha carga dramática y compleja estructura, que parece haber querido dar más peso al personaje, especialmente gracias a la gran ayuda que le presta un grupo de ilustres actores veteranos que dan prestigio a la película.
El guión lo escriben David S. Goyer («Blade: Trinity») y el propio Nolan y tiene de todo: hay un arranque estupendo y secuencias muy bien escritas, pero también hay bastante relleno en forma de peleas y persecuciones muy vistas. Parece claro que la parcela menos cuidada es la del diseño de producción, con unos decorados y unos efectos digitales inferiores a los de episodios anteriores. En cambio, no hay nada que reprochar a la fotografía, el montaje y la música.
Christian Bale, aquel chaval conmovedor de «El imperio del sol», construye muy bien su personaje y no desmerece de los colegas que le precedieron (Keaton, Kilmer y Clooney). Desde la primera versión cinematográfica de Burton, en 1989, Batman se ha convertido en una máquina de hacer dinero, a pesar de los elevados presupuestos. Veremos qué pasa con esta película (limpia y sin violencia excesiva, con un modelo clásico de héroe), que se parece más a las de Burton y tuvo el precedente de la entrega más floja y ambigua de la serie («Batman & Robin»).
Alberto Fijo