Directores y guionistas: Byambasuren Davaa y Luigi Falorni. Intérpretes: Uuganbaatar Ikhbayar, Odgerel Ayusch, Janchiv Ayurzana, Enkhbulgan Ikhbayar. 90 min. Jóvenes.
Conmover a través de un camello. Ese era el principal reto y es ahora la principal virtud de «La historia del camello que llora», premiada producción que se ha convertido en el documental europeo más taquillero de los últimos años. Ambientado en el desierto de Gobi, en Mongolia, retrata las peripecias cotidianas de una amplia familia de nómadas durante el periodo de alumbramiento de los camellos. Sus rutinarias existencias se rompen cuando una de sus camellas da a luz una cría albina y no quiere aceptarla como hija. Entonces, todos redoblan sus trabajos y oraciones para resolver tan delicada situación.
A ratos cuesta soportar el minimalismo visual y dramático que han impuesto Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, ella mongola, él italiano y ambos de 33 años, admiradores de Robert Flaherty («Nanook, el esquimal») y estudiantes todavía en la Escuela de Cine de Múnich, donde se conocieron. Esa pesadez se debe en parte a lo escueto del guión, previsto inicialmente para televisión. En este sentido, habría convenido profundizar más en las diferencias generacionales de la familia protagonista y en el viaje de los dos hermanos a la gran ciudad.
De todas formas, los paisajes son bellísimos y están maravillosamente fotografíados por el propio Luigi Falorni. Además, hay numerosos golpes de humor, todos los actores no profesionales dan la talla y el guión incluye fuertes momentos de lirismo y sutiles referencias a la actualidad, en que las ancestrales tradiciones mongolas están siendo sustituidas por las nuevas tecnologías y el consumismo hedonista. Frente a ellos, la película exalta sin pudor la familia unida y las profundas convicciones religiosas de sus personajes.
Jerónimo José Martín