La Warner Bros. ha producido esta navideña película de animación digital, que en Estados Unidos no ha tenido el éxito de taquilla que se esperaba. Se basa en una popular novela de Chris Van Allsburg, y su protagonista es Josh, un chaval que duda de Santa Claus y una Nochebuena acaba como pasajero en un misterioso tren que le conduce al Polo Norte, a la mismísima ciudad de Papá Noel. Servirá de guía al chaval el conductor del tren, doblado en la versión original por Tom Hanks, que también interpreta a otros tres personajes.
Esta vez, Robert Zemeckis -que ya integró animación e imagen real en «¿Quién engañó a Roger Rabbit?»- rodó primero la película en imagen real, y luego los animadores de 3D la han transformado en una producción íntegramente animada. Los puristas se tirarán de los pelos con esta opción hiperrealista, que aleja los dibujos animados de su origen cómico. En cualquier caso, esta película vuelve a meter a la Warner en la batalla por la animación, tras el poco éxito de sus películas en 2D «Space Jam, La espada mágica, El gigante de hierro» y «Looney Tunes de nuevo en acción».
Como era de esperar, lo mejor son las secuencias de acción, muy impactantes, sobre todo porque están pensadas para proyectarse también en formato IMAX. Es en ese ámbito donde se aprecian las grandes potencialidades de las nuevas técnicas de animación digital que se han empleado. Mucho más discutibles son los toscos movimientos y la gestualidad poco natural de los personajes, todavía muy mejorables.
En cualquier caso, lo peor es el guión: convencional, previsible, dramáticamente superficial y con una visión de la Navidad prácticamente desprovista de religiosidad. Se elogia, claro, la solidaridad y la integración racial y social, pero con una sorprendente falta de emotividad. Sólo en los personajes más caricaturescos y menos tópicos -el ángel mendigo y los dos torpes maquinistas- se aprecia lo que podría haber sido esta historia de haberse planteado con mucha menos azúcar y con un humor más incisivo y arriesgado.