Johnny Red Pollard (Tobey Maguire) era el mayor de seis hermanos y se preparaba para la universidad; pero, con la depresión de 1929, perdió a su familia y no pudo estudiar. Fue jockey, mozo de establos, boxeador, cualquier cosa que le permitiera sobrevivir a la crisis. Cuando conoció a Seabiscuit era grande y pesado, bebía demasiado y estaba medio tuerto. A pesar de todo fue su jockey. Charles Howard (Jeff Bridges) había tenido un ascenso meteórico desde un taller de bicicletas al puesto de magnate de la industria del automóvil. La muerte de su único hijo y el divorcio de su mujer -que le hizo responsable del fallecimiento del niño-, le hundió anímicamente. Después cambió los coches por los caballos y fue el propietario de Seabiscuit.
Tom Smith (Chris Cooper) era uno de los últimos cowboys, perdido en el mundo desde que el automóvil reemplazó al caballo y las carreteras a las praderas. Se convirtió en entrenador de Seabiscuit. Por su parte, éste era un caballo pequeño, de mal carácter, perezoso, comilón y perdedor. Sin embargo, junto a esos tres hombres se convirtió en leyenda: en 1938 fue elegido caballo del año y sus increíbles triunfos deportivos se convirtieron en símbolo de la clase obrera, del triunfo del trabajo y la constancia sobre las cualidades que se heredan por nacimiento. Seabiscuit dio esperanza al ciudadano corriente en un momento en el que la nación necesitaba creer en algo y por ello se convirtió rápidamente en un mito.
Esta película de Gary Ross (Pleasantville), basada en hechos reales, tiene la estructura clásica de los films de deporte. Ross sigue los cánones, y lo hace bien. Dedica mucho tiempo a preparar el terreno -los años dorados, la crisis del 29, la recesión…- y a presentar a los tres protagonistas hasta el momento en que se conocen y se ponen a trabajar en Seabiscuit. Las carreras son emocionantes. John Schwartzman, director de fotografía, hace un trabajo admirable; hasta parece introducir sus cámaras entre los caballos y hace que los jinetes hablen en plena galopada. Por encima de la competición deportiva está la prueba humana: compiten los propietarios de los animales, Charles Howard y Samuel Riddle (propietario de War Admiral, el mejor caballo de América), y compiten también Howard, Smith y Red Pollard por vencer sus limitaciones y convertirse en mejores personas.
El principal, por no decir único, defecto de esta película es su linealidad. Cierto que Gary Ross ha tenido que resumir una voluminosa novela y se ha quedado con las líneas maestras, pero también es cierto que se echan en falta tramas menores, gestos, algo que permita sacar más partido del gran trabajo de interpretación que han hecho todos los actores.
Fernando Gil-Delgado