Reciente aún el fracaso de Infiltrado, se estrena otra adaptación de un relato corto de Philip K. Dick, autor de Blade Runner, Desafío total, Screamers o Minority Report. Ambientado en un futuro no muy lejano, el guión sigue los pasos de Michael, un prestigioso programador que es contratado por una gran empresa para trabajar durante tres años en un proyecto ultrasecreto. Le pagarán 90 millones de dólares, y después dejará que le borren médicamente su propia memoria, para que no recuerde nada de ese periodo. Pero, cuando termina el trabajo, descubre que él mismo ha cambiado el dinero por un sobre misterioso, y que le persiguen unos matones y el FBI. En su huida contará con la ayuda de una bióloga de la empresa.
Los fans de John Woo (The Killer, Misión imposible 2) lo pasarán bien con esta película, pues ofrece numerosas escapadas y peleas a su más puro estilo: rodadas con aparatosidad, un generoso empleo de los ralentizados, una violencia sublimada y singulares toques poéticos. El problema es que esos recursos no emocionan, pues los conflictos dramáticos y éticos del guión están reducidos a pavesas y, por tanto, los personajes carecen de veracidad y hondura, a pesar de los esfuerzos de los actores. Ciertamente, se esbozan reflexiones interesantes sobre la libertad y la memoria; pero se quedan en leves apuntes, sólo apropiados para dignificar un poco la sucesión de fuegos de artificio. Además, esta vez la narración es más confusa que en otras películas de Woo, y el diseño de producción, menos sugestivo.
Jerónimo Jose Martín