El productor y guionista Ángel Blasco debuta como director con Cásate conmigo, Maribel. Se trata de una notable adaptación de Maribel y la extraña familia, la popular comedia de Miguel Mihura, ganadora del Premio Nacional de Teatro en 1959 y ya llevada al cine en 1960 por José María Forqué.
La acción se desarrolla en el Madrid de 1958, recreado a través de una ambientación y un vestuario de gran calidad, y con pasajes del NO-DO y de nostálgicos documentales de la época. En ese Madrid entre rústico y moderno, Maribel, una prostituta ya cercana a la treintena, ejerce en un bar de alterne de la zona centro. Allí conoce a Marcelino, un hombre de provincias, tímido, sencillo y de buena posición, que se enamora de ella y la trata con un delicadeza apabullante, quizá porque no se da cuenta -o no quiere darse cuenta- de la condición de Maribel. Ésta irá sucumbiendo a la bondad de Marcelino y de su «extraña familia» madre y su tía, dos abuelitas a cuál más encantadora-, mientras sus compañeras de pensión y profesión se angustian más y más pensando que Marcelino puede ser un asesino de mujeres de mala vida que ya ha matado a varias en diversos barrios de Madrid.
A alguno quizá le resulte lenta y añeja esta propuesta de Ángel Blasco. Y, ciertamente, pesan un poco algunos pasajes académicos y el doblaje de varios personajes secundarios. Pero éstos son defectos menores en una película elegante y divertida, siempre amable y a ratos conmovedora, con una factura esmerada a todos los niveles -planificación, iluminación, fotografía, música…- y con unas interpretaciones más que notables. Destacan Carlos Hipólito -como siempre, muy medido- y sobre todo Natalia Dicenta, arrebatadora en su complicado papel de chica casquivana y romántica a la vez. Ellos dos y todos los secundarios -que sostienen los contrapuntos cómicos- conforman una entrañable galería de personajes, emblemáticos del elogio del amor, la familia y la amistad que plantea la película.
Jerónimo José Martín