Sevilla, durante el curso académico 1975-1976. Ramón (Manuel Lozano) tiene 12 años y es hijo único. Su padre trabaja para Galerías Preciados, lo que obliga a Ramón y a cambiar continuamente de casa y de colegio. Tímido y solitario, Ramón llama fácilmente la atención de los abusones de cualquier escuela. Para combatir sus males ha desarrollado una técnica de invisibilidad compuesta por tres reglas: no hablar, no pelear y no llorar. Y, para combatir la soledad, ha cultivado la amistad con el imaginario jefe indio Nube de Agua, que ha sacado de sus queridas películas del Oeste. Durante este curso en Sevilla, Ramón no podrá hacerse invisible con los cuatro matones de su clase, y además conocerá a Paloma, una niña de su edad, con quien querrá trabar amistad. Con ayuda de Nube de Agua, Ramón romperá progresivamente cada una de sus reglas y madurará.
Tras un título fallido, La buena vida, Antonio Cuadri ha escrito y dirigido una película más interesante, que merece algún aplauso. Eres mi héroe tiene una intención clara de servir de vehículo a los recuerdos del director. Por eso tiene mucho de nostalgia, de ternura, y también de las distorsiones propias del paso del tiempo y de la subjetividad de cada uno. Los entrañables protagonistas despiertan a la adolescencia el año en que murió Franco, cuando el país se llenaba de mitos, slogans, ilusiones y promesas. Lo más interesante es la capacidad para recordar aquella época a través de pequeños detalles que hacen que el espectador sienta que aquello fue así.
Es un acierto que la época sea abordada siempre a través de los chicos, que por su edad no la enjuician todavía y se limitan a repetir lo que han oído en sus casas, a la espera de formarse un juicio propio. De los cuatro profesores que aparecen en pantalla, el director del instituto, la profesora de francés, el profesor de religión -un sacerdote progresista- y el profesor de FEN, el más logrado es el sacerdote, interpretado con brillantez por Toni Cantó. Todo el encanto que tienen los personajes -los jóvenes Manuel Lozano y Félix López merecen un premio por su actuación- no justifica, más bien al contrario, su monotemática insistencia en el sexo.
Fernando Gil-Delgado