Por si alguien no conoce la historia, la voz en off de John Connor la recuerda. Un terminator -robot androide enviado desde el futuro- intentó matarlo antes de nacer. Doce años más tarde vinieron dos terminators: uno para matarlo y otro para protegerlo. La historia actual transcurre pasados otros doce años. John Connor, muy desmejorado por las pesadillas sobre el futuro, el alcohol y las drogas, recibe una vez más la visita de dos terminators. El que quiere matarlo es un T-X, casi indestructible y con forma femenina. El encargado de protegerlo será un viejo modelo, idéntico a los de las dos primeras entregas de la serie. La película sigue los senderos de Terminator 2, y convierte la ciencia-ficción en una película de acción, con numerosas peleas y persecuciones espectaculares, aliñadas con algún curioso diálogo, divertido a fuerza de ingenuo, entre Arnold y los humanos.
Terminator 3 reconoce en todo momento sus límites y pretensiones. A diferencia de las dos primeras partes, no hace ciencia-ficción propiamente dicha. Y a diferencia de la segunda, tampoco pretende dar un vuelco a los efectos especiales. Para no defraudar al público, Jonathan Mostow (Breakdown, U-571) -que no es James Cameron, pero sí un artesano de raza- ha cuidado la puesta en escena, ha impuesto un ritmo trepidante y, con la complicidad de los guionistas, ha multiplicado los guiños a Terminator 2.
Se pueden reprochar las dos concesiones nudistas y la falta de profundidad de sus temas de ciencia-ficción. También puede uno preguntarse por qué no mejoran al terminator bueno para enfrentarse con los nuevos modelos enemigos. Y siempre quedará la duda de qué habría sido esta película en manos de su director original. Por todo esto, esta tercera entrega resulta menos atractiva que las anteriores. Sin embargo, estamos ante un trabajo bien hecho, con alguna secuencia memorable, que redime a Schwarzenegger de la horrible Daños colaterales. Será uno de los éxitos del verano.