Más de tres años ha tardado en estrenarse en España esta película, galardonada en el año 2000 con el Oscar a la mejor actriz de reparto (Marcia Gay Harden). Con ella debutó como director el excelente actor Ed Harris, que ansiaba filmar esta biografía desde 1986, cuando su padre le regaló un libro sobre la pintura de Pollock.
El guión se basa en la biografía Jackson Pollock: An American Saga, de Steven Naifeh y Gregory White Smith, y relata la madurez del famoso pintor estadounidense, nacido en 1912 y muerto en accidente de coche en 1956. Alcohólico y neurótico, Pollock partió del surrealismo y el cubismo, para triunfar con su propio estilo angustiado, realizado en el suelo a base de febriles goteos de pintura en los que los pinceles nunca tocaban el lienzo. Gracias al patrocinio de Peggy Guggenheim y otros mecenas, y sobre todo al apoyo constante de su esposa, la también pintora Lee Krasner, Pollock se convirtió en uno de los mejores pintores estadounidenses del siglo XX, al nivel de Willem de Kooning e incluso por encima de él.
Pollock es una película interesante pero irregular. En su haber cuenta con una buena recreación de época y con unos actores excepcionales, metidos hasta la médula en sus atormentados personajes. Como siempre, Ed Harris está sensacional, aunque la gran sorpresa del film es Marcia Gay Harden, apabullante en su complejo papel de esposa abnegada y sufridora. Por su parte, el guión dibuja bien los titánicos esfuerzos creativos de Pollock, y sus tensas relaciones con los colegas de profesión. Sin embargo, no explica bien su inestable temperamento ni sus conflictos sentimentales y morales. Así, por ejemplo, no se profundiza en las relaciones con su familia, ni en su afán por casarse por la Iglesia y tener hijos. Y sólo se esboza la rotunda negativa de su esposa a la maternidad y la posterior infidelidad y crisis conyugal.
Quizás Harris ha querido ser fiel en su película al propio estilo pictórico de Pollock, a base de gotas sueltas y confusas, aparentemente sin sentido. Pero, desde luego, su opción alarga demasiado la trama, entorpece la puesta en escena -en ocasiones, sublime; otras, muy descuidada- y debilita claramente la entidad dramática y ética del conjunto.
Jerónimo José Martín