En la Sevilla de principios del siglo XIX, una descarada cigarrera, ligerísima de cascos y con fama de bruja, enamora hasta la locura a un piadoso sargento vasco del ejército real. Esta atracción fatal conduce a los personajes hacia la tragedia.
Esta vez con la excusa de la novela de Mérimée, Vicente Aranda (Amantes, Juana la Loca) vuelve a desplegar sin pudor todas sus enfermizas obsesiones sexuales, hasta el punto de que a ratos su película parece pornográfica. Y, para más inri, cruza esos traumas con un irreverente potaje pseudorreligioso, altamente indigesto. Estas opciones transforman la historia en un pesadísimo y tópico culebrón de pasiones desatadas, convierte a los personajes en bobos monigotes -algo así como Forrest Gump babeando ante Mata Hari-, desata el histrionismo de los actores y deja en hueco envoltorio el brillante despliegue visual y musical del filme.
Jerónimo José Martín