Cuatro hombres transportan ganado por una ancha pradera. Su relación se basa en la confianza, como aprende Button, el más joven, de origen mexicano, casi sacado del arroyo, e incorporado al grupo. Junto a él están Mose, grandullón que mantiene un trato entre paterno y fraternal con Button; Boss, que está al mando, un hombre sabio y moral; y White, tipo duro y taciturno, leal, que esconde un pasado dejado atrás gracias al ejemplo de Boss. En un viaje que no debería ser problemático, se topan con la intransigencia de un ganadero que piensa emplear a un sheriff corrupto para acabar con ellos y robarles el ganado. Se plantea entonces el dilema de entregar o no sus reses para salvar la vida. Pero por una cuestión de principios defenderán su posición, aunque resulte suicida.
Kevin Costner vuelve al western. Como director y como actor. Quizá no con la misma originalidad que exhibió en Bailando con lobos, pero sí con idéntico sentido de la épica y del clasicismo. Grandes espacios, la frontera entre el salvaje Oeste y la pujante civilización, música vibrante, hermosos parajes… Asoma así en todo su esplendor ese paisaje mítico que construyeron directores como John Ford, Howard Hawks, Georges Stevens y Fred Zinnemann, citados profusamente en el film: Centauros del desierto y Raíces profundas en el secreto anhelo de un hogar, Río Rojo en el transporte del ganado, Río Bravo con la cárcel del sheriff, Solo ante el peligro en la actitud de los habitantes del pueblo… Pero Costner lo presenta con personalidad propia, sin mimetismos. También enfoca de un modo original el esfuerzo de los protagonistas por responder con medios proporcionados a la injusticia del otro, sin incurrir en la venganza. Se aleja así de modelos recientes, como Sin perdón; y ofrece una bocanada de aire fresco. También aprovecha las posibilidades técnicas para presentar las escenas de tiroteos con realismo inusitado, que evitan al tiempo el regodeo en la violencia.
Aporta Costner además el sutil sentido del humor que tan buen resultado le dio en Bailando con lobos. Y acude a metáforas simpáticas, que funcionan, como la del chocolate amargo, que debe probarse aunque sea caro y cueste. Por otra parte, sabe crear personajes de entidad: Robert Duvall es perfecto para el hombre cuya sabiduría se acrecienta con los años; además Costner sabe dotar a su personaje de encantadora tosquedad, lo que ayuda a su historia de amor con Annette Bening, narrada con encantadora y tierna ingenuidad. Incluso los pequeños personajes tienen su atractivo, como el tipo que les guarda los caballos, que se diría un homenaje a los que encarnó el inolvidable Walter Brennan.
José María Aresté