Un joven y ambicioso locutor monta una radio en un pequeño pueblo boliviano que no tiene ni electricidad. Al poco, sus altavoces asombran a la comarca difundiendo mezquindades y rencillas.
El italiano Paolo Agazzi ofrece un cuentecito que tiene sabor a Aldecoa y a García Márquez. A un lento arranque, sigue una simpática historia local. Pero el guión pretende resolver demasiadas historias en poco tiempo y chirría un poco una subtrama un tanto sórdida. Con todo, resulta una agradable historia costumbrista, que elogia la vida sencilla y critica el uso irresponsable de los medios de comunicación.
Fernando Gil-Delgado