Al morir su esposa -agente del FBI caída en acto de servicio-, el profesor Faraday (Jeff Bridges) se recluye, con su hijo de 10 años, en su casa de Washington D.C. Allí se dedica obsesivamente a estudiar el terrorismo en Estados Unidos y a denunciar siniestras conspiraciones. Se ha convertido en un hombre incómodo a quien no satisfacen las explicaciones que suele dar la policía. Un extraño accidente le pone en contacto con sus vecinos, el modélico matrimonio Lang (Tim Robbins y Joan Cusack). Sus hijos, además, se hacen grandes amigos. Cuando Faraday parece normalizarse, una serie de detalles le llevan a sospechar que los Lang no son lo que parecen.
Mark Pellington, director de vídeos musicales y spots publicitarios, ha construido un thriller inteligente, con tonos oscuros y que trata asuntos contemporáneos de carácter socio-político. Un vigoroso guión se enfrenta con valor a las situaciones más complejas, y sale airoso de ellas. El guionista Ehren Kruger ha dado a su historia un toque a lo Hitchcock, que llena la trama de pistas engañosas, traiciones, paranoia, y lleva con mano maestra a su protagonista, y al espectador con él, de trampa en trampa.
El guión juega con la aparición del mal en una apacible comunidad y, a mayor escala, con el terrorismo en Estados Unidos. Y toma ambos temas tan en serio y con tanto inconformismo como lo hacía JFK con el asesinato de Kennedy -todo lo contrario de la infantil Estado de sitio-; hasta el punto de que la película ha retrasado su estreno en Estados Unidos por el dramatismo de alguna de sus imágenes. De todas formas, no se trata de una película política, sino de un original thriller psicológico, cuya mejor baza es la intriga.
Fernando Gil-Delgado