La historia real de un heterodoxo doctor que se hizo famoso durante su etapa de estudiante, a finales de los 60, con sus peculiares iniciativas a favor de una atención personalizada a los enfermos, de una sanidad gratuita y de la risa como terapia contra el dolor.
El guión padece un exceso de sentimentalismo, un desmesurado recurso al humor grueso y una notable superficialidad moral. Esto debilita el vigor dramático de la trama, banaliza sus interesantes reflexiones y propicia que Robin Williams caiga en todo tipo de histrionismos. En manos de otro guionista y otro director, podría haber sido una gran película.
Jerónimo José Martín