Apesar de que lo presentado es una tragedia, cabría calificarla de comedia dramática por su extraño humor o distanciamiento, que si a veces provoca risa, las más es amargo, y siempre patético: produce un terror anímico ante la degeneración humana, que el autor no juzga, presenta.
La acción se sitúa en Nueva York y Nueva Jersey. Unos padres, tres hijas: una casada con un psiquiatra, con dos hijos; la otras dos solteras, una escritora de éxito y la otra que no parece tener sitio en el mundo; y unos cuatro personajes más, todos principales. De cada uno, el joven cineasta Todd Solondz (Bienvenido a la casa de las muñecas) cuenta su historia cotidiana, externamente normal, pero marcada por la frustración y la soledad, y en especial por la degeneración sexual. No hay una sola imagen explícita, todo es indicado o sugerido. Quiere ser, y lo es, eficacísimamente, una crítica social que mueve a la compasión; una crítica a una sociedad de brillante apariencia, y podridamente enferma.
Pedro Antonio Urbina