Director: Robert Guédiguian. Guión: Jean-Louis Milesi y Robert Guédiguian. Intérpretes: Laure Raoust, Alexandre Ogou, Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin. 115 min. Adultos.
Dado a conocer internacionalmente con Marius y Jeanette, ahora, con su octava película, De todo corazón, el francés Robert Guédiguian ha obtenido el Premio Especial del Jurado y el de la Oficina Católica Internacional del Cine (OCIC) en el Festival de San Sebastián 1998.
En un barrio extremo de Marsella -la ciudad cobra un fuerte protagonismo-, la hija menor de una familia obrera -Clim- queda embarazada por un muchacho negro -Bebé-, adoptado desde niño con su hermana por otra familia vecina. Bebé es acusado por un gendarme racista de violar a una mujer bosnia, la cual ratifica la acusación casi obligada por el gendarme. Bebé es encarcelado.
Se trata de una historia que cabe calificar de cotidiana, a pesar de esa doble… irregularidad que le da inicio. Parece todo una excusa para mostrar y desarrollar -es el centro de la película- la fuerza de la familia y su capacidad de comprensión y de ayuda sacrificada. Y eso es lo que, de una manera clara y sencilla, se narra; con muchos silencios, con eficaces imágenes y pocas palabras, y, también, con eficaces actores.
Un apunte de la infancia de Clim y Bebé para decirnos que son amigos «de toda la vida»; y luego un salto a su primera juventud, y al sublimado y romántico amor que los une. Ahí es donde entran la cárcel y el problema del niño que va a nacer y la pareja sin casar, civilmente. Ahí es donde al fin aparecen los padres y la hermana de Clim, comprensivos y acogedores y sacrificados, con una serena bondad que no parece de este mundo, sino utópica; utópica porque se diría la suya una moral natural sin Dios, que incluso se permite una suave burla del matrimonio sacramento, que es lo que profesa la católica madre adoptiva de Bebé y su -también repelente- hermana: estos dos personajes son una caricatura, ¿pero de qué?, ¿de los católicos o de dos enfermas mentales? Así que el padre y marido de estas dos fanáticas se consuela con la amistad del ejemplar padre de Clim, y ambos con el vino hasta la bo-rrachera, y con el robo al empresario -que así lo es menos- para resolver el problema de Bebé. No sé a quién acusa ni qué denuncia este manifiesto fílmico renovado.
Así que vuelvo al principio y termino: si es cierto que la familia es núcleo y base de la sociedad, primera escuela de educación y formación, etc., etc., no es menos cierto que la utopía es base de nada, y la utopía beligerante siempre ha sido escuela de fantasmagorías y origen de pesadillas diversas.
Pedro Antonio Urbina