Director: Hugh Wilson. Intérpretes: Shirley MacLaine, Nicolas Cage, Austin Pendleton.
Decía el cineasta Richard Brooks que «escribir para la pantalla no tiene nada que ver con el aspecto técnico del cine y sí con los personajes, la historia y la estructura». El cine norteamericano de las últimas décadas ha dado una importancia desorbitada al puro despliegue técnico, sin preocuparse siempre por insuflar vida a ese aparato. Sin embargo, parece que en los últimos años algunos guionistas vuelven a idear películas con historias sugestivas, diálogos inteligentes y personajes bien diseñados. Tess y su guardaespaldas es una de ellas.
Se trata de una comedia dramática, a medio camino entre Paseando a Miss Daisy y El guardaespaldas. Describe las complejas relaciones profesionales y de amistad entre Tess Carlisle (Shirley MacLaine), una caprichosa ex primera dama norteamericana, ya al borde de la muerte, y Douglas Chesnic (Nicolas Cage), el joven y estricto agente que dirige la escolta personal asignada de por vida a Tess. Ambos son inteligentes y temperamentales, y sufren una frustración: ella, la de ver coartada su vida privada por una protección que no desea; él, la de tener que realizar un trabajo ingrato, que no llena sus ansias de acción. Discuten con frecuencia, aunque, en el fondo, se aprecian sinceramente.
Hugh Wilson (Loca Academia de Policía) rompe en este film con su mediocre trayectoria anterior y lleva a cabo una delicada puesta en escena, que consigue resaltar los muchos pequeños aciertos del guión, escrito por él mismo y Peter Torokvei. El trabajo del director y las matizadas interpretaciones de Shirley MacLaine y Nicolas Cage demuestran una vez más cómo con sutileza se pueden convertir en universales y atractivos los problemas más cotidianos. Así, conviven la alegría, la tragedia, la ternura, la reflexión, sin que se resienta en ningún momento el tono amable y divertido que las engarza. Y se hace vibrar al espectador sin recurrir a subrayados musicales o visuales, ni a burdas invocaciones a los sentimientos más primarios.
Además, de este modo resultan muy sugerentes las ideas que se ofrecen sobre la amistad, la vejez, la soledad, el egoísmo, las relaciones padres-hijos o el sentido del trabajo bien hecho. En fin, una delicia de película que se atreve a confiar en la sensibilidad del espectador.
Jerónimo José Martín