Director: David Anspaugh. Intérpretes: Sean Astin, Jon Favreau, Ned Beatty, Robert Prosky.
El sueño americano no es una quimera; se hace realidad cada día en Estados Unidos. He aquí, resumida, la idea que subyace en este film, basado en la historia real de un joven perteneciente a una familia obrera de origen irlandés. Entre las aspiraciones de Rudy (Sean Astin) destaca su deseo de jugar un día en el equipo de fútbol americano de la Universidad de Notre Dame. Las dificultades no son pocas: en el instituto sus notas han sido siempre discretas, el dinero no le sobra, su constitución física no es la ideal para ser jugador… Pero su tesón y su fe le ayudarán a superar todos los obstáculos.
Rudy es una película grata de ver, que sorprende en más de un aspecto. El film gira alrededor del fútbol americano, pero no se muestran muchas acciones deportivas. Y eso que detrás de la cámara está David Anspaugh, director de Hoosiers, más que ídolos. Lo importante es el largo camino que recorre el protagonista hasta convertir su sueño en realidad. Un camino en el que se encuentran el duro trabajo en una fundición, la familia, los amigos de la facultad, el hombre que cuida el campo de fútbol, unos estudios difíciles… y Dios. Rudy, que es católico, reza con insistencia a la Virgen del campus. Y encuentra apoyo en sus balbuceos universitarios en uno de los sacerdotes de Notre Dame.
Algunos cabos de la narración no están muy bien atados y el romance del protagonista parece quedar en nada. También su momentáneo desmoronamiento se hace y deshace sin demasiadas explicaciones. Pero predominan una visión optimista de la vida y una confianza en el espíritu humano que se agradecen. Y el desenlace, en un partido en que el resultado parece ser lo de menos, se convierte en un eficaz vehículo de emociones. Por su parte, la partitura de un inspirado Jerry Goldsmith ayuda a dar un vibrante tono épico a la lucha del protagonista por realizar su sueño.
José María Aresté