Brian de Palma vuelve a reconciliarse con la crítica tras los sonados fracasos que siguieron a su éxito con Los Intocables de Eliot Ness.
Ciertamente, su adaptación de las novelas de Edwin Torres -sobre un traficante de drogas portorriqueño que intenta redimirse- tiene una gran fuerza dramática e indudables valores fílmicos e interpretativos. Pero cabe reprocharle su opción radical por el realismo sucio, que llena la película de una violencia desgarradora, abundantes escenas sexuales explícitas y diálogos de gran crudeza. También hay algunos valores humanos, pero quedan ocultos por el predominio de un enorme fatalismo sobre la condición humana.