Los tiempos casi no han cambiado en este largometraje número 18 de James Bond, el Agente 007 del Servicio Secreto Británico. Ha caído el telón de acero, y la Guerra Fría ya es historia; ya no se lucha por nobles causas políticas, sino por rastreros motivos económicos; pero los luchadores siguen siendo los mismos. Esta vez, 007 tendrá que luchar sin cuartel contra la mafia rusa, en la que medran peligrosos militares ex comunistas, nada conformes con el actual estado de cosas.
Pierce Brosman encarna con convicción y naturalidad al mítico agente secreto, y la realización de Martin Campbell (Escape de Absolom) es ágil y a veces muy espectacular, como exigen los cánones de este subgénero. Por otra parte, y salvo en los títulos de créditos iniciales y en alguna breve secuencia sensual, el tono es menos frívolo que otras veces. De modo que la película, dentro de su asumida superficialidad y su cinematográfica violencia, resulta entretenida.
Jerónimo José Martín