Una chica francesa y un joven norteamericano entablan relación en un tren que atraviesa Europa. Él debe detenerse en Viena doce horas antes de tomar el avión a Estados Unidos, y convence a la chica para que le acompañe.
Toda la acción es un largo paseo por Viena, que permite una casi ininterrumpida conversación entre los jóvenes, nacida de la mutua simpatía, el común desencanto y una creciente atracción afectiva. Parece que se hubiera querido que Viena fuera el tercer personaje. Diría que queda rebajada a postal o a escenario de telefilm.
También ha faltado pulimiento a la conversación, que, si tiene momentos interesantes, queda en conjunto descompensada, plana, sin crescendo ni minuendo, sin verdadera hondura ni dramatismo.
Laudable parece el intento de mostrar el mundo interior, la cultura, los afanes, convicciones, anhelos… de esos jóvenes. No son ciertamente dos jóvenes vacíos, en especial ella. Pero ese intento no deja de ser al menos discutible o tópico: los dos acaban de salir de un desengaño afectivo-sexual, ninguno de los dos parece tener preocupación religiosa alguna… Así que todo eso coopera –junto a la poca calidad literaria y la solamente discreta dirección– a que la conversación de Julie Delpy y Ethan Hawke resulte bastante pesada y poco interesante.
La película obtuvo el Oso de Plata al mejor director en la última Berlinale. Siempre hay errores.