Director: Bernardo Bertolucci. Guión: Susan Minot y Bernardo Bertolucci. Intérpretes: Stefania Sandrelli, Jeremy Irons, Sinead Cusack, Jean Marais, Donald McCann, D.W. Moffett, Liv Tyler, Carlo Cecchi, Rachel Weisz. 115 min.
Presentada en la Sección Oficial del Festival de Cannes 1996, fue acogida con frialdad, a veces risas, y a veces silbidos. No es para menos a la vista de su decadente y corrompido argumento, que da lugar a no buscadas situaciones ridículas. Una neoyorquina de l9 años se traslada a un aislado chalet de la Toscana italiana, donde vive un grupo de artistas ingleses, antiguos amigos de su madre -poetisa-, que acaba de suicidarse. El que cree su padre la envía a que uno de esos artistas le haga un retrato. Gracias al diario de su madre va a descubrir quién es su verdadero padre. Pero el grupo de artistas descubre antes que la chica es virgen, y todos cooperan para que resuelva cuanto antes tamaña deficiencia.
En un clima veraniego y perezoso, de morbosa sensualidad al sol y junto al agua, esa confabulación inmoral procede con la majestuosa lentitud de un fastuoso desfile: la dorada luz, los viñedos, los placeres cotidianos gozados a lo absoluto, la grandeza de un palacio antiguo, una lujosa fiesta y baile…, una muerte indiferente. No hay un solo gesto ineducado en ese paganismo amoral, en el que parece no haber vida, ni alegría.
Y todo se queda ahí y no hay más que eso: la dirección artística ha conseguido una altísima belleza plástica, que la fotografía recoge de modo sorprendente, que la música engrandece y eleva. Los actores interpretan esa parsimoniosa aniquilación del alma con la contenida angustia de un elegante discípulo de Epicuro condenado a muerte, camino del vacío final.
Pedro Antonio Urbina