La joya de Shanghai

TÍTULO ORIGINAL Shanghai Triad / Yao a Yao, Yao Dao Wai Pei Qiao

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Zhang Yimou. Guión: Bi Feiyu. Intérpretes: Gong Li, Li Baotian, Li Xuejian, Shun Chun. 109 min.

La cantante Xiao Jin Bao (Gong Li) es la amante del poderoso jefe del crimen Tang (Li Baotian); la historia está narrada desde la visión del adolescente Shiu Sheng -recién entrado al servicio del gangster-, lo cual da pie al director para echar mano en muchas secuencias de la cámara subjetiva, que enriquece el clima de misterio y suspense. La mujer es usada como cebo por una banda rival para conseguir el control de la venta de opio.

Libremente basado en la novela Las reglas del gangster de Li Xiao, el film presenta una atractiva imagen del Shanghai de los años 30, cosmopolita y corrupto; abundan los interiores y las escenas nocturnas y, sobre todo, medios y primeros planos de los actores; y, en el trágico desenlace, una isla y cañaverales, entre grises y verdosos azules. El leit motiv musical contrapuntístico -y se canta- es la nana Yao a Yao, Yao Dao Wai Pei Qiao («Rema, rema, si quieres llegar al puente de la abuela…»): un toque de humana ternura frente a tanto asesinato despiadado.

Es la primera vez que Zhang Yimou realiza un film del género negro; y lo lleva a cabo con un tratamiento singular: tres individuos en pugna (la tríada de Shanghai del título original): los dos crueles jefes de banda y la débil mujer. Muy distintos son sus títulos anteriores: Sorgo rojo, Ju Dou, La linterna roja, de estructura e imaginería clásicas; Qiu Ju, más realista, casi documental; y ¡Vivir!, una trágica historia familiar no exenta de esperanza y hasta humor.

La joya de Shanghai parece reunir los dos aspectos mejores de sus películas: el clasicismo de una historia y la hondura anímica. Más, hondura espiritual contra una sociedad materializada, y la casi determinística obcecación en el mal; pues La joya de Shanghai, además de bellísima y emocionante, es un alegato en pro de la piedad y la solidaridad humanas. Si la inocencia perdida -parece decirse- no puede recobrarse en el afán del lujo y placer, sí se recobra en el dolor y en el deseo, volviendo atrás los pasos mal andados.

Pedro Antonio Urbina

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