En su segundo largometraje, James Mangold (Heavy) ha contado con un reparto excepcional, que seguramente hubiera sido imposible reunir sin la riqueza dramática del guión, escrito por el propio Mangold.
La acción se desarrolla en un pueblo limítrofe con Nueva York, en el que habitan numerosos policías de la gran urbe. Su tranquilidad se rompe trágicamente cuando un meticuloso detective de asuntos internos (Robert De Niro) fuerza al honrado y medio sordo sheriff local (Sylvester Stallone) a desmontar la turbia telaraña de corrupción policial que dirige un veterano y duro oficial (Harvey Keitel).
Mangold da forma a este cóctel de thriller, cine negro y western primando sus componentes dramáticos. Hay acción e intriga, desde luego, y además resueltas con vigor visual; pero están escritas y rodadas con una sorprendente sobriedad, que evita que adquieran el vacío protagonismo pirotécnico de otros films similares. Esta decidida opción por los personajes -subrayada a veces por diálogos de bastante crudeza- permite el lucimiento de todo el reparto, sobre todo de Sylvester Stallone, que recupera con gran profesionalidad el matizado personaje de su primer Rocky.
Cop Land padece ciertas debilidades narrativas y algún que otro recurso superficial al arquetipo. Pero está por encima de la media, también porque sabe calar en cuestiones éticas como la corrupción policial, el racismo, la drogadicción, la responsabilidad por omisión o el verdadero sentido del heroísmo.
Jerónimo José Martín