Es sin duda un film políticamente incorrecto, como han debido de pensar los encargados de su promoción, que mienten absolutamente sobre su contenido. Última novela de Thomas Hardy (1896), expone la tragedia de un obstinado orgullo; cierto, la soberbia suele ir acompañada de lujuria, como así es en este perfecto retrato. En su tiempo la novela fue atacada y motejada como Judas el Obsceno. En eso se ha centrado la propaganda, pero ahora como un derecho «frente a una sociedad timorata y a la opresiva moral tradicional». Muy al contrario. Si bien la película muestra esa obscenidad, a veces explícitamente, es difícil hallar hoy una tan correcta visión del bien y del mal, de la grandeza del matrimonio, del arrepentimiento, de la fe y la gracia, de la presencia de Dios en las vidas de los hombres. La película es un espléndido traslado de la novela. Se trata, por tanto, de un film narrativo, argumental, de perfectos trazos psicológicos, magníficamente recreados por todos los actores. Bellísima, conmovedora, tremenda, y cuyo fondo cristiano la hace para algunos políticamente incorrecta.
Pedro Antonio Urbina