Ángeles: espíritus puros que viven una felicidad inefable; criaturas que pululan eternamente entre los hombres, ayudándoles, sobre todo en el trance de la muerte, sin forzar nunca su libertad. Seth es uno de ellos. Pese a su dicha, se pregunta a menudo cómo será la naturaleza humana, sobre todo en su aspecto corporal: tocar, oler, saborear…, amar a una mujer. El encuentro con Maggie, una bella doctora, torturada porque no ha podido salvar a un paciente, acrecienta su anhelo de ser humano. Otro ángel, Cassiel, le explica que Dios ha dejado la opción a todos los ángeles de convertirse en humanos; y, una vez tomada la decisión, el resultado es definitivo. Seth deberá elegir.
La película se inspira en el feliz argumento de Cielo sobre Berlín, de Wim Wenders. El film del alemán, fiel a una tradición intelectual muy europea, es pausado y está lleno de pensamientos que requieren ser digeridos despacio. Dana Stevens y Brad Silberling han intentado algo más popular, de mayor alcance comercial. Y en esta respetable meta mantienen un nivel: no han caído en el folklore angélico, sino que plantean temas sugerentes, que hacen pensar, y hasta arriesgan decididamente en el desenlace. Todo ello, a pesar de que convierten el romance entre el ángel y la doctora en el núcleo de la historia.
El guión sabe resaltar interesantes contrastes: el mundo sereno y contemplativo de los ángeles con el ajetreo humano; la profesión médica, que busca salvar vidas, con el misterio inexorable de la muerte… Se conserva el hallazgo de Wenders de mostrar la biblioteca a modo de santuario donde resaltan los pensamientos de los humanos, sus reflexiones, su goce de la belleza; es natural que sea ese el sitio donde más próximos se encuentran hombres y ángeles. El deseo de Seth por conocer el amor entre hombre y mujer ayuda a subrayar la especial belleza que encierra; aunque la película no se libra de esa corriente, tan actual, que da por buenas las relaciones no selladas por el matrimonio. Mostrar el dolor como parte integrante y misteriosa de la realidad humana resulta, también, muy sugerente.
No acaba de dar Brad Silberling (Casper) con el ritmo adecuado para esta historia tan especial. A veces, se estanca; las canciones, aunque hermosas, despistan; y el final es precipitado y efectista. También parece que se desaprovechan personajes como Cassiel, mero comparsa, o Messenger, un ex ángel. La atención la acaparan Seth y Maggie -inspirados, Nicolas Cage y Meg Ryan- que tienen escenas compartidas memorables, como la de su primer encuentro en el hospital.
José María Aresté