Director: Gus Van Sant. Guión: Ben Affleck y Matt Damon. Intérpretes: Matt Damon, Robin Williams, Ben Affleck, Stellan Skarsgard, Minnie Driver. 126 min. Jóvenes-adultos.
Este melodrama se ha convertido en una de las sorpresas de la temporada. Co-escrito por los jóvenes actores Ben Affleck y Matt Damon, ha recibido numerosos premios, entre ellos, un Globo de Oro -guión original- y dos Oscars -guión original y actor de reparto (Robin Williams)-. Con él, Gus Van Sant (Drugstore Cowboy, Mi Idaho privado, Todo por un sueño) abandona ¿temporalmente? su territorio independiente habitual, para adentrase con decisión por la senda del cine comercial.
Will (Matt Damon) es un joven proletario, huérfano y violento, que arrastra por un suburbio de Boston el trauma de una infancia terrible. Cierto día se revela como un genio de las matemáticas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde limpia los suelos. Un prestigioso profesor intenta encauzar su extraordinaria inteligencia; pero Will se mete en líos y debe recibir atención psiquiátrica. Su acidez va quemando a todos los expertos, hasta que se topa con el Dr. McGuire (Robin Williams), un veterano psicólogo, con infinita paciencia y criado en el mismo barrio de Will. A todo esto, el joven se enamora de una estudiante de Harvard.
Ciertamente, sorprende la riqueza del guión, que afronta numerosos temas de gran calado dramático y moral: los traumas familiares, el valor de la amistad, el verdadero sentido de la investigación científica, las desigualdades sociales, la sinceridad en las relaciones humanas… Estos hilos están planteados con vigor y bien trenzados, de modo que provocan situaciones de enorme intensidad. Sin embargo, alguna trama -como la psiquiátrica- está resuelta de una forma en exceso liviana y sentimental, cuando no claramente tramposa. Esto, unido al tono artificiosamente descarnado de muchos diálogos y al enfoque permisivo de las relaciones sexuales, rebaja la hondura y, en consecuencia, la calidad interna del guión, con lo que resultan un tanto exagerados los premios que ha recibido.
Estos defectos se agravan con la poco sutil puesta en escena de Gus Van Sant, que subraya innecesariamente muchas situaciones, fragmentando así el ritmo narrativo. De todos modos, Van Sant salva con cierta brillantez el conjunto gracias a una bella resolución visual y sonora, y, sobre todo, a una solidísima dirección de actores. Sin duda, la interpretación más sobresaliente -y justamente oscarizada- es la de Robin Williams, que en esta ocasión sorprende gratamente por su contención y variedad de registros. Gracias a él, su complejo personaje -con más de un punto en común con el Prof. Keating de El Club de los Poetas Muertos- se hace cercano, entrañable, verdaderamente digno de admiración, a la vez que el de Matt Damon mejora ostensiblemente.
Jerónimo José Martín