Director: Oliver Stone. Guión: John Ridley. Intérpretes: Sean Penn, Jennifer López, Nick Nolte, Billy Bob Thornton, Claire Danes, Powers Boothe, Joaquin Phoenix, Jon Voight. 124 min. Adultos, con reparos.
A un tipo se le estropea el coche en un pueblo perdido en el desierto, cuando iba a saldar una deuda con un mafioso de Las Vegas. Mientras espera que lo arregle un mecánico atontado, se encuentra con otros personajes excéntricos: un jefe indio ciego; una provocativa mujer apache y su celoso marido, que le propone asesinarla; una joven a la que le gusta tontear; su novio paleto y bravucón; y un sheriff del que no se sabe lo que quiere.
Oliver Stone compone una peculiar película, donde cruza cine negro con el aire irónico y violento del cine de Sam Peckimpah, y en que no falta hasta un homenaje a Duelo al sol, de King Vidor. Lo hace con una visión alucinada, próxima a la de Asesinos natos, de la que son firmes apoyos la esmerada fotografía, el brioso montaje y la música de Ennio Morricone, deudora de sus obras para Sergio Leone. Pero si en Asesinos natos podía hacerse una lectura de crítica a la glorificación actual de la violencia, aquí Stone ofrece, con una ironía desazonante, todo un catálogo de situaciones -asesinato, adulterio, traición…-, donde sólo sexo y dinero mueven a las personas.
Inicialmente, el director mantiene el interés gracias a que sigue el punto de vista del personaje de Sean Penn, a quien, sin querer, las cosas se le complican hasta extremos delirantes. Pero el planteamiento retorcido acaba componiendo un indigesto cóctel, capaz de destrozar los estómagos con más aguante.
José María Aresté